Biblioteca Hilario Hernández Gurruchaga, Universidad del Bío-Bío, campus Concepción. Arquitecto Rubén Muñoz Rodríguez. Dibujo y acuarela de Hernán Barría Chateau.
El arquitecto Hernán Barría Chateau, Director del programa Magíster Latinoamericano en Arquitectura y académico del Departamento de Diseño y Teoría de la Arquitectura de nuestra facultad, nos presenta en su columna diversos edificios de Concepción que llevan el nombre de personajes ilustres de la cultura penquista y el país. Columna publicada en diario El Sur, el domingo 29 de agosto. 

La antroponimia es la rama de la onomástica que estudia el origen de los nombres propios de personas. En la cultura moderna, es recurrente encontrar edificios singulares que han sido “bautizados” con antropónimos de hombres y mujeres notables. A modo de ejemplo, el Centro Nacional de Arte y Cultura Georges Pompidou (París, 1977); el Teatro Steve Jobs en Apple Park (California, 2017); o el Centro Cultural Gabriela Mistral (Santiago, 2010), ejemplifican el reconocimiento público al legado de presidentes, emprendedores o Premios Nobel, entre otros.

En un breve recorrido por Concepción, rápidamente descubrimos que algunos de sus edificios más singulares llevan el nombre de personajes ilustres de la cultura penquista y el país. Frente al Parque Ecuador, dos edificios colindantes: la Biblioteca Municipal José Toribio Medina (1983), cuya designación reconoce a uno de los historiadores decimonónicos más importante de Chile; y el Teatro Enrique Molina Garmendia (hoy en ruinas), homenaje al gran visionario y cofundador de la Universidad de Concepción, conforman un epicentro cultural con gran potencial de consolidar no solo por la carga histórica del teatro y el liceo sino también por la agenda cultural de la biblioteca.

En el Barrio Universitario, la Casa del Arte José Clemente Orozco (Cáceres y Rodríguez, 1965) distingue al gran muralista mexicano, trayendo literalmente la presencia de América Latina a través del mural homónimo realizado por González Camarena. No es de extrañar en los ambientes universitarios encontrar auditorios u otros espacios en designación de un académico o académica, así descubrimos el extravagante edificio Aulas Salvador Gálvez Rojas, más conocido como “El Plato” (Rudolphy, 1970) o el Edificio Gustavo Pizarro Castro (Buddemberg y González, 1953), ambos en mención de dos destacados profesores de la Facultad de Ingeniería. Y por supuesto, la Biblioteca Luis David Cruz Ocampo (Duhart y Goycoolea, 1971), símbolo del saber de la academia, que distingue a uno de sus fundadores y profesor de derecho internacional.

En el sector de Puchacay, el Estadio Municipal Alcaldesa Ester Roa Rebolledo (Recordón y Gómez, 1962 / Valle Cornejo, 2015), reconoce el legado de la de la gran política penquista y una de las mujeres más importantes del siglo XX en Concepción. También conocido nacionalmente como “Collao”, hoy es el reducto de lilas, aurinegros y auricielos. En el campus de la Universidad del Bío-Bío, encontramos el Edificio Gantes, en referencia al ingeniero Juan Gantes Aristizábal encarnando el origen de esta casa de estudios en la antigua Escuela de Artes y Oficios. Además, la Biblioteca Hilario Hernández Gurruchaga (Muñoz, 2011), obra que la propia comunidad propuso en honor de uno de los más notables académicos de esta universidad y quien fuera rector entre 1998 y 2006.

Más allá de la práctica actual del “naming” comercial o corporativo que tienen muchos inmuebles, cabe decir que nombrar un edificio -en particular público- con el antropónimo de distinguidos personajes de nuestra historia es un acto de gran significación colectiva y generoso en la construcción cultural de una ciudad, cuyo fin último no es salvaguardar per se la memoria de una u otra persona sino proyectar el espíritu de su legado y su tiempo hacia el futuro.


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