El Dr. Alejandro Arros Aravena, Diseñador Gráfico, Doctor en Educación por la Universidad de Almería España y doctorante en Investigación del Arte por la Universidad Politécnica de Valencia , además de  director de la Escuela de Diseño Gráfico de nuestra facultad, nos presenta la siguiente columna titulada: El complejo arte de la fotografía. Publicada en Diario La Discusión de Chillán el domingo 4 de junio.

Ninguna generación previa, ni nuestro padres o abuelos han tenido la posibilidad de coquetear tanto con la fotografía como lo ha tenido esta generación. Si bien, la cámara como objeto se ha trasladado a un smartphone, el concepto sigue siendo el mismo: mirar a través de una pantalla, y capturar ese espacio dentro de un marco selectivo que sólo cautiva a quien hace la fotografía. 

En nuestro imaginario tenemos almacenado lo que es una buena o una mala fotografía, entendiendo primero los conceptos técnicos que están detrás de ésta. Atribuimos en un sentido estético a una correcta exposición, donde se aprecie el sentido semántico, es decir, lo que quiere decir. Luego, nuestros ojos son jueces del movimiento, acá lo sintáctico, o de orden, toma un factor más analítico. Si el movimiento es su cenit, esta fotografía debería acompañar la exposición disminuyendo una obturación hasta ese justo momento, donde la pericia de quien fotografía y el mensaje se unan en virtud de algo concreto y llamativo. Es el instante preciso para conectarlo con la relación de este sistema visual con quien lo ve y que a su vez ésta sea comprendida por el público tal como aquel fotógrafo quiso que fuese captada, en definitiva, hacemos referencia a una imagen fotográfica con espíritu comunicacional.

El semiólogo francés Roland Barthes, señala que la imagen fotográfica sólo hace referencia a lo que ha ocurrido y en ese escenario es imposible que vuelva a ocurrir. En tanto, el fotógrafo italiano Ferdinando Scianna contradice las palabras de Barthes, señalando que una imagen fotográfica es un escenario tan polisémico que permite revivir de distintas maneras un acto ocurrido incluso remontándose mucho tiempo atrás. Scianna alude a que, en una fotografía puede traerse al presente a una persona fallecida reviviendo un recuerdo de felicidad, pero también en una fotografía pueden revivirse traiciones por lo que ese dolor lacerante vuelve al presente, oponiéndose de esta manera a lo propuesto por Barthes.

La fotografía tiene el objetivo de ir más allá del ahora, es un representamen del tiempo, es un “signo” que toma valor cuanto más tiempo transcurre entre el momento de la captura y el de revisión, por tanto, carece de obsolescencia programada o de depreciación que la anule.

En estas líneas observamos que una fotografía no es una representación fiel de lo que vemos, sino un signo heredero de un sistema cultural propio, acá prima el capital cultural de quien ve lo fotografiado o de quien hace la fotografía, ya que son éstos quienes le asignan el sentido final.

Después de este análisis a modo signo, podemos recorrer las siguientes líneas entendiendo que las imágenes fotográficas tienen un correlato en la vida cotidiana. Desde el punto de vista televisivo, considerando lógicamente a la TV como la gran guía cultural en los hogares occidentales desde la segunda mitad del siglo XX, el semiólogo italiano Umberto Eco en su texto “La estrategia de la ilusión” señala en el capítulo: “Crónicas de la aldea global”, que sabemos que, en televisión, el hecho de no mirar a la cámara no tiene relación con la credibilidad o la falta de ella, porque consideramos que, si no estuviera esa cámara ahí, aquel hecho podría desarrollarse de igual manera, aquí cabe lo que clasificamos en el rol de la actuación. Por el contrario, si alguien habla a la cámara de televisión, quiere subrayarse aquel hecho como una certeza que solo puede darse si la televisión está ahí. Estas posibilidades que pasan totalmente desapercibidas para un televidente común, guardan un poderoso acto de verdad. En la fotografía no sucede lo mismo, si bien es exigencia que fotografías identitarias como documentos legales o pasaportes contengan una fiel representación visual de quien porta esa identidad. Una fotografía familiar donde sus integrantes sonríen entre ellos, en una escena natural donde no necesariamente debe haber un guion, más bien, la espontaneidad es siempre bien vista a través de los diversos análisis que se han hecho de la fotografía. Es entonces, este arte un acto mucho más democrático que el cine o la televisión. Así al menos lo adelantó el filósofo danés Søren Kierkegaard, quien señaló a la fotografía como un acto de nivelación social, ya que por muchos años quien quería inmortalizar su rostro, debía encargarlo a diversos retratistas plásticos los cuales eran muy costosos, y las personas comunes y corrientes, se conformaban con ser inmortalizadas simbólicamente en algunas pinturas. Kierkegaard alude, que, con la invención de la fotografía, se eliminaría una gran barrera, la de las apariencias. Otro contemporáneo de Kierkegaard, el escritor francés Charles Baudelaire auguraba un esplendoroso desarrollo de la fotografía, ya que estos fotógrafos tendrían la demandante empresa de retratar a la gente inmunda, quienes acudirían en masa a “retratarse”, redimiendo así siglos de privación, es preciso aclarar que, para Baudelaire, la gente inmunda eran hombres de bancos, industriales y empresarios. Por que el retrato a través de pinturas, siglos atrás sólo era privilegio de la realeza y también de quienes conformaban la iglesia.

De aquel minuto hasta ahora, muchas cosas han cambiado en fotografía. La técnica ha propulsado nuevos lenguajes, nuevas posibilidades, agenciando de esta manera a diversos medios quienes se han favorecido que las fotografías circulen dentro de éstos, generando así múltiples interpretaciones y lecturas, por lo tanto, de imágenes que constituyen a nuestra sociedad. 

               Fotografía de Manuel Morales Requena, fotógrafo de la Unidad de Comunicaciones de la Farcodi UBB