Publicada en Diario El Sur el domingo 9 de junio del presente año.
Todas las ciudades del mundo se enorgullecen por contar con un lugar para observar la belleza de su entorno y también para mirarse así mismo. No se trata de mera frivolidad ni hedonismo, es tan solo una oportunidad para ver qué somos en realidad y dónde estamos. Concepción es una ciudad privilegiada, por ser ribereña a uno de los ríos más grandes de Chile; el Bío Bío, con un paisaje inigualable, lleno de historia y diversidad. Pero, resulta difícil encontrar un lugar público, accesible y habilitado para tener la experiencia de contemplarlo. Resulta más difícil aún explicarse, por qué un lugar tan próximo como el cerro Chepe no se ha transformado en ese gran mirador, esperado por la ciudad. También resulta difícil explicar por qué la ciudad dejó en el abandono el cerro Chepe, el cual en 1940 bajo el impulso del Dr. Guillermo Otto Siebert, se transformaría en un parque mirador, que levantó un panteón de la memoria y una enorme cruz. Todo ello es, para la mayoría de las personas, totalmente desconocido, algo oculto, en el abandono y sobreviviendo a duras penas frente al vandalismo y la indiferencia de las autoridades.
El cerro Chepe cuenta con 19 hectáreas de superficie, es decir, dos veces la extensión del Parque Ecuador y de dominio municipal. Desde su cima es posible mirar uno de los paisajes más significantes de la ciudad; el río Bío Bío, la desembocadura y la cordillera de Nahuelbuta, que nos ofrece la oportunidad de situarnos, por un momento, en el escenario de la frontera, de las batallas épicas de la conquista y de nuestra independencia. Tener la posibilidad de transformar este abandonado lugar en un espacio ciudadano nos haría mucho bien, nos permitiría mirar nuestro entorno, apreciarlo y cuidarlo mejor.
Es inexcusable que hasta el día de hoy nada se haya realizado para que este cerro vuelva a ser un parque urbano y el principal mirador del río Bío Bío. Es injusto también, que no podamos acceder a éste, para recorrer lo que queda de su historia y de su bello paisaje. La respuesta esperable podría ser la falta de recursos, pero eso no es así, ya que poner en valor este lugar es posible en forma gradual, partiendo con pequeñas intervenciones de habilitación, aprovechando el acceso que dejará el nuevo puente ferroviario, realizando acciones educativas de reforestación nativa y una senderización rústica. Después y con el tiempo se podrá avanzar en obras más significativas, en la medida de lo posible. Mientras nada se hace en el cerro Chepe, seguirán las tomas silenciosas de terrenos en sus laderas, las cuales podrían consumir este patrimonio nacional hasta lo irreversible.
Aun es tiempo de evitar lo peor, y ojalá quienes postulan al más alto cargo del municipio consideren dentro de su agenda asumir el cuidado este legado histórico y natural, para transformarlo en un bien público al servicio de la ciudadanía.