Una historia fascinante en el desarrollo urbano de Concepción es la construcción de su segunda catedral, un edificio que no solo representó la fe de la comunidad, sino también su capacidad de levantarse tras la adversidad. Erigiéndose como un símbolo del renacer penquista después del devastador terremoto de 1835 y de la evolución de su identidad urbana, entrelazando el trabajo de tres arquitectos franceses durante su construcción: Pierre Dejean, Jean Herbage y Eugène Joannon.
A mediados del siglo XIX, varios arquitectos europeos llegaron al país, destacando los franceses, quienes desempeñaron un papel crucial en la transformación urbana y arquitectónica de Chile. Su aporte principal se centró en la introducción de estilos europeos, especialmente el neoclásico, así como en la modernización de la infraestructura y la edificación pública.
Tras el terremoto de 1835, lo obispos Diego Antonio Elizondo y Prado (1840-1852) y, posteriormente, José Hipólito Salas y Toro (1854-1883) se dedicaron a la construcción de una nueva catedral para Concepción. Los primeros planos de reconstrucción fueron elaborados por el maestro Pascual González. Luego, el arquitecto español Ramón Minondo continuó con el trabajo, pero fue el arquitecto francés Pierre Dejean quien confeccionó los planos definitivos de la catedral y el sagrario en 1848 (Pereira, 1955). Ese mismo año, su compatriota Jean Herbage fue comisionado por el gobierno de Manuel Bulnes para inspeccionar los trabajos en marcha en todo el país, incluida Concepción. Herbage aprobó las obras iniciadas por Dejean y asumió la dirección y construcción de la catedral en 1853. A partir de nuevos planos, la catedral fue terminada y consagrada en 1867.
De estilo ecléctico, predominando las líneas neorrománicas, con pilastras dóricas y sin torres. Para algunos historiadores, las obras de Herbage, quien también construyó las catedrales de La Serena y Rancagua, si bien marcan una primera etapa de la naciente república, fueron obras de arquitectura carente de pretensiones técnicas y estéticas mayores.
Con la llegada al país en 1889 de una segunda oleada de arquitectos franceses, Eugène Joannon, quien, debido a su cargo en el Arzobispado, desempeñó un papel decisivo en el diseño y construcción de varias iglesias, propuso una fachada de estilo Beaux Arts para la catedral de Concepción. Esta propuesta incluía una cúpula, un frontón y torres laterales de treinta metros. Solo se construyeron las torres en 1904, convirtiéndose en uno de los edificios más significativos y en una de las postales de la ciudad. Finalmente, el terremoto de 1939 selló su destino.
Hace setenta y cinco años, un corresponsal del diario La Nación escribió: “al producirse la enorme detonación que derribó la torre izquierda, las campanas sonaron desordenadamente en el momento de caer, como la última voz de toda una tradición que se iba”. La construcción de la segunda catedral de Concepción es un capítulo notable en la narrativa urbana de la ciudad. Con su demolición, la ciudad antigua con muchos resabios del siglo XIX comenzaba a morir y dar paso a la ciudad moderna.