El arquitecto Dr. Cristián Berríos Flores, docente del departamento de Diseño y Teoría De La Arquitectura, presenta su columna titulada “Concepción del centro: el corazón de la ciudad.”Publicada en Diario El Sur el domingo 12 de enero. 

La historia urbana de Concepción se ha desarrollado en un continuo proceso de reconstrucción, marcado por la ocurrencia de devastadores terremotos que han definido su trayectoria. El sismo de 1939, que arrasó un valioso legado de arquitectura neoclásica, dejó una huella imborrable en el desarrollo urbano de la ciudad. A raíz de este acontecimiento, el Estado, a través del Ministerio de Obras Públicas (MOP), estableció regulaciones que intentaron garantizar la sismorresistencia en la construcción de nuevos edificios, integrando avances de cálculo estructural y de la técnica constructiva. Esta regulación significó un auténtico cambio de paradigma en la historia nacional. Desde 1940, se podría haber vislumbrado una continuidad en la memoria arquitectónica de Concepción, sugiriendo la posibilidad de una urbanidad capaz de resistir los futuros embates telúricos y de conformar un hábitat social reconocible para sus habitantes. Sin embargo, la realidad dista de esta aspiración; a partir de la década de los años ochenta, la edificación de torres anodinas o desescaladas respecto al genius loci, el ADN de Concepción, han  dado forma a una ciudad que, lejos de honrar su herencia, refleja un modelo que provoca su propia decadencia, desdibujando un tejido urbano que tenía la gran posibilidad de consolidar un legado legible, austero, pero sensato y sobrio, en el cual el valor del “conjunto armónico”, la relación entre edificios, una densidad equilibrada, consolidaban un espacio urbano de calidad.  

 Imagen cedida por el Dr. Cristián Berríos Flores, docente del departamento de Diseño y Teoría De La Arquitectura

El panorama actual de Concepción es desolador. Las causas de esta situación son diversas y complejas, mientras que las soluciones parecen igualmente confusas y contradictorias. Este desconcierto nos lleva, a veces, a optar por ignorar la situación, refugiarse en intereses personales y asumir una postura de espectadores ajenos ante la degradación urbana que se desarrolla ante nuestros ojos. Aunque la crítica puede actuar como una válvula de escape, a menudo no hace más que alimentar el mismo desencanto sin ofrecer propuestas constructivas.

Una solución concreta podría ser la recuperación del centro histórico de la ciudad, 25 cuadras que tienen como su centro de gravedad la Plaza de la Independencia, el cual representa “el corazón de Concepción”. Este núcleo histórico, conformado por las manzanas que dieron origen a la ciudad en el Valle de la Mocha, necesita ser rehabilitado para reafirmar la identidad cultural de sus habitantes y fortalecer su sentido de pertenencia. En un mundo dominado por la globalización y la homogeneización de espacios urbanos, la revitalización de estos núcleos históricos se erige como un medio eficaz para preservar la memoria colectiva y las tradiciones locales.

El centro histórico actúa como testigo de la evolución de Concepción, donde se entrelazan historias, leyendas y costumbres que configuran la identidad de su población. A través de la restauración y conservación del patrimonio arquitectónico, se ofrece a los ciudadanos la oportunidad de redescubrir sus raíces, fomentando así un vínculo emocional con su entorno. Este proceso no solo contribuye a la dignificación de la ciudad, sino que también promueve la cohesión social al crear espacios de encuentro y convivencia.

Además, la revitalización del centro histórico genera un impacto económico significativo, al atraer turismo y beneficiar a los comerciantes locales. Un mayor flujo de visitantes interesados en la cultura y la historia propicia la dinamización del comercio y la creación de empleo, reafirmando la idea de que un patrimonio bien conservado es un activo valioso para la comunidad.

En conclusión, la recuperación del centro histórico de Concepción no se limita a la conservación de edificaciones antiguas; es un acto intencional que busca reafirmar la identidad cultural de sus habitantes y fomentar un sentido de pertenencia. La memoria histórica, el patrimonio cultural y la cohesión social son elementos interrelacionados que, al ser cuidados y promovidos, contribuyen a edificar un futuro sustentable y enriquecedor para las ciudades y sus comunidades.