El arquitecto Dr. Cristián Berríos Flores, docente del departamento de Diseño y Teoría De La Arquitectura, presenta su columna titulada: Biblioteca Pública para Concepción: archivo y memoria para la ciudad. Publicada en Diario El Sur el domingo 6 de abril. 

Concepción es una ciudad que ha sido moldeada tanto por sus habitantes como por los desastres naturales que la han afectado a lo largo de los siglos. Terremotos y maremotos han alterado su trazado urbano, han derribado sus edificios y han fragmentado su memoria. En este contexto, la necesidad de una biblioteca pública va más allá del simple acceso a libros: se convierte en un espacio de resistencia cultural, autoformación y reconstrucción identitaria. 

Las bibliotecas son, ante todo, espacios de autonomía intelectual. En una época en la que la información se consume de manera rápida y dispersa, contar con un espacio físico que permita la lectura, la investigación y el estudio es fundamental para quienes buscan una formación más profunda. La autoformación, ese acto de aprender por cuenta propia y sumergirse en un tema sin la mediación de estructuras educativas formales, es clave para el desarrollo de ciudadanos críticos y comprometidos con su entorno. En Concepción, donde la oferta cultural y académica a menudo está concentrada en universidades de acceso limitado, una biblioteca pública podría ser un punto de democratización del conocimiento. 

Pero más allá del acceso al conocimiento, una biblioteca en Concepción respondería a una necesidad más profunda: la reconstrucción de la identidad de una ciudad que ha perdido gran parte de su patrimonio material. A diferencia de otras urbes con centros históricos bien conservados, Concepción ha visto desaparecer gran parte de su arquitectura debido a los terremotos. Edificios emblemáticos han caído y, con ellos, la memoria física de generaciones anteriores. La ciudad ha tenido que reinventarse una y otra vez, adaptándose a nuevas condiciones y, en el proceso, dejando atrás fragmentos de su historia. Una biblioteca pública no solo conservaría libros, sino que también podría ser un archivo vivo de la historia de la ciudad, un refugio donde el pasado pudiera ser consultado, interpretado y resignificado.

Las bibliotecas han sido habitualmente espacios de encuentro, de diálogo y de construcción de comunidad. En una ciudad como Concepción, donde las fracturas físicas han sido también fracturas simbólicas, la existencia de un espacio dedicado a la memoria, al aprendizaje y al pensamiento es más que una necesidad: es una deuda pendiente. Una biblioteca pública de las dimensiones que lo requiere no solo llenaría un vacío de infraestructura cultural, sino que también podría convertirse en un punto de cohesión en una ciudad que ha debido reconstruirse tantas veces que corre el riesgo de olvidar quién es.