El arquitecto Dr. Cristián Berríos Flores, docente del departamento de Diseño y Teoría De La Arquitectura, presenta su columna titulada: “Dos dimensiones de una misma ciudad:economía y cultura”. Publicada en Diario El Sur.

Toda ciudad que aspire a un desarrollo sostenible debe comprender que el progreso económico y el desarrollo cultural son dimensiones complementarias de un mismo sistema. Una economía sin cultura carece de identidad y cohesión; una cultura sin sustento económico pierde continuidad y capacidad transformadora. Lo verdaderamente moderno consiste en articular ambos planos dentro de una visión compartida del crecimiento urbano.

El desarrollo económico provee las condiciones materiales del bienestar —infraestructura, empleo, servicios—, mientras que el desarrollo cultural otorga sentido y pertenencia a esos avances. La cultura, entendida como el conjunto de valores y expresiones que definen la vida común, convierte a la ciudad en un lugar con memoria y significado, más allá de su función productiva.

Por ello, las políticas urbanas deben superar la falsa dicotomía entre inversión productiva e inversión cultural. Los teatros, museos, bibliotecas o centros comunitarios no son gastos accesorios: constituyen infraestructuras de cohesión social. Además de generar empleo y actividad económica, fortalecen el tejido simbólico y emocional de la comunidad, aportando equilibrio al desarrollo urbano.

El crecimiento de una ciudad no puede medirse solo por indicadores económicos o por la expansión física de su infraestructura. Debe evaluarse también por la calidad y equidad de sus equipamientos culturales. Una ciudad con carreteras pero sin espacios de encuentro pierde vitalidad; una que concentra su vida cultural en pocos sectores reproduce desigualdades. El desarrollo cultural debe distribuirse equitativamente por el territorio, garantizando a todos los habitantes acceso a la creación, la educación y la expresión colectiva.

Las ciudades que logran integrar lo económico y lo cultural entienden el desarrollo como un proceso integral, donde la infraestructura se concibe como escenario para la vida cívica. Cada inversión pública o privada debiera contribuir al sentido de lugar y a la calidad de vida urbana.

En este marco, resulta inaceptable la eventual desaparición de un espacio tan identitario para Concepción como Artistas del Acero. Que se pierdan instituciones culturales en una ciudad que fue cuna de la cultura y hoy ostenta el sello UNESCO de la Música no es solo una contradicción: es síntoma de políticas extraviadas. Una ciudad que abandona sus espacios culturales pierde su capacidad de reconocerse a sí misma.