El arquitecto Dr. Cristián Berríos Flores, docente del departamento de Diseño y Teoría De La Arquitectura, presenta su columna titulada:Concepción: hacia una nueva mirada integradora. Publicada en Diario El Sur.

El libro Plan Regulador de Concepción 1960–1980, presentado recientemente junto a Sergio Baeriswyl, no busca solo rescatar una obra histórica: pretende reabrir una conversación sobre cómo imaginamos el futuro de Concepción.  La revisión de las láminas originales elaboradas por Emilio Duhart y Roberto Goycoolea revela una forma de pensamiento urbano vigente: una mirada capaz de articular paisaje, infraestructura de escala metropolitana y consolidación de una vida cívica, todo dentro de una misma visión.

El plan de 1960 no fue un ejercicio meramente técnico. Duhart concebía la planificación como un acto cultural, capaz de reflejar una idea de comunidad. Su propuesta no separaba funciones ni subordinaba el territorio al transporte o al mercado; buscaba integrar las actividades humanas en torno a un sistema de barrios conectados, en diálogo con la geografía y los ritmos del paisaje.

Hoy, en cambio, la planificación urbana se ha vuelto fragmentada, dominada por normativas y zonificaciones que han debilitado la visión de conjunto. Se ha perdido la comprensión de que una ciudad es más que la suma de sus partes: es una estructura de relaciones y de vida compartida. A ello se suma la predominancia de las vías estructurantes, concebidas para favorecer el transporte motorizado en desmedro del desplazamiento peatonal. Estas infraestructuras —necesarias, sin duda— deberían bordear y no interrumpir los centros urbanos que buscamos revitalizar. Caminar no solo es un acto saludable; cuando se realiza en veredas amplias y seguras, se convierte en una experiencia que refuerza la identidad y el sentido de pertenencia.

Concepción requiere un nuevo plan regulador. El vigente, aprobado en 2004, respondió a las necesidades de su tiempo, pero ha cumplido su ciclo. Las transformaciones sociales, tecnológicas y ambientales de las últimas décadas demandan un nuevo enfoque: más que un conjunto de normas, un verdadero proyecto de ciudad. El próximo plan debería recuperar la dimensión cultural y colectiva de la planificación urbana, entendida como un instrumento de visión común y no solo de control. Ese nuevo plan debiera también integrar instrumentos sólidos para responder al déficit habitacional, no extendiendo más allá los límites comunales, con las consabidas consecuencias que conllevan los extensos traslados motorizados, sino buscando renovar sectores capaces de alcanzar una densidad equilibrada de viviendas insertas en tejidos barriales preexistentes. No se trata de seguir levantando torres descontextualizadas que rompen la escala urbana y fomentan solo la especulación mediante la renta, sino de recuperar la noción de barrio como unidad de convivencia y sentido.

Integrar, en este contexto, implica articular perspectivas y equilibrar dimensiones: reconocer que el desarrollo urbano depende del balance entre lo cultural, lo social y lo económico. Una ciudad moderna no puede sostenerse sin crecimiento, pero tampoco a costa de su identidad. El desafío es promover un modelo que combine sustentabilidad ambiental y dinamismo económico, donde Estado e inversión privada actúen de manera complementaria.

El nuevo plan para Concepción debería inspirarse en la actitud integradora y humanista de Duhart: leer el territorio como una totalidad, articular saberes técnicos con experiencia ciudadana y restablecer el vínculo entre naturaleza y urbanidad. Si el plan de 1960 proyectó una ciudad moderna orientada al futuro, nuestro desafío hoy es imaginar una ciudad sustentable ambiental y socialmente, así como consciente de su historia, capaz de crecer sin perder su sentido ni su identidad.