El arquitecto Dr. Aaron Napadensky, director del Laboratorio de Estudios Urbanos y académico del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de nuestra facultad, presenta su columna titulada: Concepción Aula Abierta. Publicada en Diario El Sur el domingo 31 de marzo. 

En estos días, muchos vecinos del Barrio Brasil de Concepción, han sido sorprendidos por un número importante de estudiantes de arquitectura de la Universidad del Biobío, tomando fotos a calles y plazas, haciendo croquis e inventariando árboles. El motivo. Un ejercicio vertical de investigación y proyección, arquitectónica y urbana, donde los futuros arquitectos y arquitectas, en sus distintos niveles de formación, se involucran en las problemáticas y anhelos de una comunidad organizada, que no exenta de conflictos, busca poner en valor su barrio. Todo, parte de una didáctica proyectual que hace de la ciudad el aula de formación.

El detenido puente Chacabuco, el fallido proyecto inmobiliario Parque Alemán en Concepción o el mega proyecto habitacional en Avda. Pajaritos en Santiago, son parte de una extensa lista de iniciativas postergadas o dejadas a medio construir por la oposición social y presión mediática de activas comunidades locales. Este escenario de conflictividad no es una cuestión baladí ni pasajera, sino la expresión de un momento de inflexión y cambio frente a la estructural y hegemónica producción de ausencias, que nacida en el seno de la narrativa neoliberal, se justifica a sí mismas por la convicción y fe en el mercado como el mejor asignador de los usos de suelo en la ciudad, ignorando e invisibilizando a colectivos y comunidades locales, consideradas subalternas a los intereses económicos regionales, nacionales y globales. Pero que, sin embargo, hoy no están dispuestas a seguir ausentes y serviles a las agendas del capital.

Fotografía cedida por el Dr.  Aaron Napadensky

Esto no puede llamarnos al inmovilismo como tampoco a una suerte de autoritarismo proyectual, al contrario, requiere cada vez mayor involucramiento en la formulación y despliegue de proyectos y arquitectos, capaces de dialogar interdisciplinariamente e incorporar tempranamente la participación de las comunidades, en procesos inclusivos de colaboración y co-diseño. Planteando un desafío en la formación de arquitectos y arquitectas, tanto en sus capacidades de coordinación, comunicación y manejo de agentes, como en la reflexión del sentido ético de la arquitectura. 

Puestos en este marco, así como los y las estudiantes de medicina utilizan para su formación los campos clínicos, la formación arquitectónica tiene a la ciudad como su campo de estudio, investigación y aprendizaje. Aquí, el ejercicio docente se aproxima a la complejidad, velocidad, impredecibilidad y conflictividad de las transformaciones urbanas que caracterizan nuestro tiempo. Ayudando a comprender que la urbe y sus arquitecturas, antes de ser un dibujo, son procesos culturales y socio-políticos, en constante tensión entre el individuo y la comunidad, lo privado y lo público, el beneficio personal y el bien común.     

Entonces, quienes formamos arquitectos, debemos promover no solo el desarrollo de habilidades disciplinares, sino también, y hoy más que antes, una plasticidad intelectual y aproximación crítica a los fenómenos contemporáneos, facilitando la construcción de un profesional, que, afincado en una base de artes liberales, pueda adaptarse al cambio y evaluar constantemente sus acciones y aportes al bien común. Pese a ello, la tendencia y tentación de reducir el pregrado a una dimensión servil, centrada únicamente en el oficio, ha avanzado de manera preocupante. Cuestión que nos hace persistir, como lo hacemos por más de cincuenta años, en la formación de arquitectos integrales y éticos, que reconozcan y valoren el rol público y solidario de la arquitectura.

Para estos fines, Concepción -metrópolis compleja, estructurada y devenida, al amparo de una extinta política de sustitución de importaciones- se constituye, con sus luces y sombras, cambios y permanencias, en un notable campo de trabajo, análisis y experimentación, acercándonos a los complejos y contradictorios procesos de producción del espacio. Ejerciendo como pieza fundamental de una malla curricular, que no siempre declarada, resulta indispensable para la formación de personas reflexivas, críticas y éticas, capaces de autogestionarse y asumir desafíos de un mundo en constante cambio.