Concepción es de las pocas grandes ciudades del país que aún conserva en su núcleo fundacional gran parte de la dinámica económica, administrativa y de servicios de la urbe. Aquí se genera la mayor parte del empleo comunal y, por tanto, es la principal fuente de sustento económico para sus habitantes. Perder este atributo, puede llevarnos a enfrentar el desolador destino de decadencia que están experimentando los centros históricos de Valparaíso y ahora Santiago.
El centro de Concepción ha logrado -con enormes dificultades- resistir la feroz competencia de Malls, la destrucción de terremotos, el estallido social y la pandemia, y él sigue con vida. Pero, ¿por cuánto tiempo más? Su resiliencia podría estar llegando al límite y la muerte de un centro urbano significa también la muerte de una ciudad. Si esto ocurriese, no habría nada que compartir social y culturalmente, ni nada vibrante que experimentar o heredar a las generaciones futuras.
Por ello, debemos mirar con especial preocupación lo que está ocurriendo en el centro de Concepción y colaborar con las autoridades para impulsar su recuperación. Las fachadas de edificios vandalizadas, locales abandonados o blindados y la sensación generalizada de inseguridad impide mirar el futuro con optimismo. Pero todo esto puede cambiar, y una herramienta demostradamente efectiva para ello es la planificación, la cual transforma la incertidumbre en certeza y crea confianza en el futuro.
En efecto, la planificación es clave para crear certidumbre, porque define un plan, un imaginario deseado y posible a 5, 10 o 20 años, que permite crear convergencia y esperanza para alcanzar un objetivo común. Pero, para que ello ocurra es necesario contar con la voluntad y el liderazgo de las autoridades, para convocar a todos los actores públicos, privados y a la comunidad en su conjunto, diseñando propuestas y comprometiendo recursos económicos. Algunas de estas propuestas serán de corto plazo, otras de mediano y largo plazo, en el caso de estas últimas, será necesaria la grandeza de sus líderes, para aceptar que el rédito del objetivo, posiblemente se obtenga más allá de su ciclo político.
Consecuente con ello, la planificación implica organizarse y mirar al futuro, comprometerse con metas que pueden ser tan ambiciosas, como que el centro de Concepción se transforme en el lugar más interesante de visitar para sus habitantes, o el lugar más seguro para comprar y acceder a servicios o el lugar más bello para vivir. Por muy inalcanzable y utópico que nos parezcan estas metas, nadie puede renunciar a la épica de ambicionar las y la planificación urbana es una herramienta demostradamente exitosa para alcanzarla.