El arquitecto Dr. Aaron Napadensky, director del Laboratorio de Estudios Urbanos y académico del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de nuestra facultad, presenta su columna titulada: Disminuir la devastación de las lluvias. Publicada en Diario El Sur el domingo 16 de junio.

Frente a las recientes inundaciones, resulta  repetitivo decir y escuchar lo mismo todos los inviernos; que los fundamentos del urbanismo bioclimático, que la resiliencia urbana, que las soluciones basadas en la naturaleza, que la infraestructura verde, que se necesita actualizar y ampliar los sistemas de drenaje urbano, que debemos frenar la impermeabilización del suelo y proteger los lechos de ríos, humedales y quebradas, piezas fundamentales en la generación de urbes que funcionen como verdaderas esponjas…. Pero, mientras siga siendo posible, más barato, y por ende genere mayores ganancias, el rellenar lechos de ríos, humedales y quebradas, que urbanizar áreas altas y seguras, esta situación no va a cambiar, sino empeorar, profundizando las inequidades en la distribución social del riesgo.

Pensemos que, cada vez que se rellenan y urbanizan este tipo de espacios, es un proceso de acumulación por desposesión, donde, en tanto habitantes de la ciudad, se nos despoja de sumideros y reguladores hídricos naturales. Entonces, mientras no superemos la idea de un suelo única y exclusivamente definido, para la generación y acumulación de capital, y no valoricemos los potenciales servicios ecosistémicos que nos otorgan, no avanzaremos.   

Fotografía cedida por el Dr. Aaron Napadensky

Y, a contrapelo de ser repetitivo, sugiero siete medidas urbanas y una territorial para disminuir la devastación de las lluvias: (i) promover el uso de pavimentos infiltrantes; (ii)  diseñar y construir parques de canalización y absorción en los pies de laderas e inundables en lechos de ríos; (iii) Conservar y restaurar, humedales urbanos, periurbanos y quebradas; (iv) comprar y traspasar a administración pública estos suelos; (v) fiscalizar y aumentar estándares a sanitarias e inmobiliarias; (vi) prohibir relleno y urbanización de lechos de ríos, esteros y quebradas; (vii) en caso de su inevitable urbanización, establecer exigencias de información y seguritización de riesgos, que, gestionadas por las inmobiliarias se informen y traspasen a los adquirientes; y (viii) reactivar el sistema de concesiones para construir y administrar embalses para regadío, consumo humano e hidroenergía con centrales de pasada.

¿cómo financiar estas medidas? Se que no resulta popular, pero, en conjunto con recursos asignados desde los fondos generales de la nación, sería plausible pensar en una complementación estructural, a partir de un cobro, que diferenciado y con subsidios focalizados, se aplique por concepto de servicios ecosistémicos, lo que permitiría adquirir, conservar y gestionar estos suelos. Si hoy ya pagamos por gestionar nuestros residuos líquidos y sólidos, ¿Por qué no hacerlo para mantener y cuidar humedales, lechos de cauce y quebradas?, que no solo nos mantengan lejos de inundaciones y perdidas, sino también sean lugares de amenidades, disfrute y encuentro comunitario. El camino parece largo y nada simple, pero la puesta en rigor de la Ley 21.202, que posibilita la protección de humedales urbanos, da esperanza.