Recientemente, tuve la oportunidad de participar en un taller participativo dedicado a actualizar la estrategia de construcción sustentable de Chile. Esta iniciativa, desplegada en cada una de las 16 regiones del país, evidencia un compromiso renovado por replantear la estrategia desde una perspectiva amplia y dialogante. La estrategia actual (2013-2020), desarrollada por la Mesa Interministerial de Construcción Sustentable MICS, fue concebida con el fin de establecer los principales ejes para integrar la sustentabilidad en edificaciones e infraestructura. Se compone de cuatro ejes, con sus respectivos objetivos, criterios y líneas de acción. A pesar de su rigurosidad técnica, la estrategia ha permanecido en gran medida desconocida para la comunidad en general.
Más allá del evento en sí, en esta columna de opinión quisiera destacar algunas ideas que surgieron en el taller realizado en Concepción, a partir de conversaciones con actores del ámbito público, la academia y la sociedad civil.
La primera reflexión que quiero compartir aborda la necesidad de comprender la construcción sustentable no solo como un desafío técnico que involucra aspectos físicos del ambiente construido y natural, sino fundamentalmente un imperativo social. En la actualidad, el cambio climático ya es una realidad innegable, y debemos preparar a nuestras comunidades para enfrentar sus impactos de manera resiliente. Esto implica considerar aspectos de bienestar, salud y confort en el ambiente construido. La construcción sustentable va más allá de la eficiencia energética; se trata de construir comunidades más fuertes y preparadas para enfrentar los desafíos del siglo XXI.
La segunda reflexión aborda un cambio de paradigma en el lenguaje que utilizamos al hablar de construcción sustentable. Tradicionalmente, nos hemos centrado en minimizar los impactos negativos en el ambiente construido, utilizando términos como “reducir” emisiones y “mitigar” efectos. Sin embargo, es esencial reconocer y promover también los impactos positivos que pueden surgir, como la revitalización de espacios urbanos degradados, la integración de nueva diversidad de flora y fauna en ambientes urbanos, y la creación de mejores hogares para quienes lo necesitan. Esta perspectiva ampliada del rol del ambiente construido abre la puerta a soluciones más inclusivas y transformadoras.
La tercera reflexión se centra la importancia de la participación ciudadana en la construcción de un futuro sustentable. A pesar de los avances en la implementación de iniciativas sustentables, es un hecho que la construcción sustentable no ha despertado el interés esperado en la ciudadanía. Es fundamental abandonar la mirada paternalista que ha caracterizado muchas de nuestras acciones hasta ahora y fomentar una conciencia colectiva sobre la importancia de cuidar nuestro entorno. Pasar de “concientizar” a “co-crear conciencia” implica no solo informar sobre los impactos ambientales, sino también conectarlos con sus repercusiones directas en la salud y el bienestar humano, involucrando activamente a la sociedad en el diseño de estrategias arraigadas y efectivas.
Finalmente, para asegurar el éxito de la nueva estrategia, es esencial establecer un espacio de coordinación transversal y descentralizado que realice el seguimiento y monitoreo de las acciones. Si bien existen las Comisiones Regionales de Construcción Sustentable, que constituyen las bajadas regionales a la MICS, su efectividad ha sido desigual entre las distintas regiones. El abordaje de problemáticas locales a través de proyectos concretos podría orientar un trabajo con mayor sentido de logro y contribuir al éxito de la estrategia a nivel nacional.