A mediados del siglo XIX, Pascual Binimelis —ingeniero civil y uno de los primeros proyectistas urbanos de Concepción— promovió una serie de obras que intentaban modernizar la ciudad y abrirla a su entorno. Entre ellas, la Pila de la Plaza de la Independencia, inaugurada en 1860, y la idea de una ciudad vinculada a su paisaje, particularmente al río Biobío. Más de un siglo después, esa vocación aún está pendiente.
Durante décadas, Concepción ha vivido de espaldas al río. La línea férrea, la Avenida Prat y una planificación urbana que ha priorizado el automóvil han contribuido a una desconexión persistente entre el centro y la ribera. Sin embargo, en el momento actual, donde urge pensar en ciudades más caminables, inclusivas y atentas a su geografía, esta distancia ya no es sostenible.
Una posibilidad concreta y del todo necesaria es construir un paso peatonal sobreelevado que conecte el centro con la costanera norte del Biobío. Al modo de la High Line en Nueva York — pero con una escala y lenguaje propios— este puente podría consolidarse como un recorrido verde, continuo y accesible, una pieza estructural para la ciudad que viene.
El trazado no es nuevo. Se inscribe dentro del Eje Bicentenario, que nace en la Universidad de Concepción y recorre el centro cívico. Extenderlo hacia el río completaría un eje vertebral que une la ciudad universitaria, la ciudad administrativa y, finalmente, la ciudad fluvial. Sería un gesto simple, pero contundente: permitir caminar sin interrupciones desde el campus hasta el borde del río.
Durante el reciente festival REC en la Explanada del Bicentenario, quedó en evidencia la urgencia de este proyecto. Miles de personas debieron cruzar, como pudieron, la vía férrea para llegar a uno de los eventos culturales más relevantes del sur de Chile. Ese mismo espacio, junto al Teatro Biobío, se ha consolidado como un polo cultural regional. Pensar en mover este evento por la falta de acceso sería perder una oportunidad invaluable: la de suturar la separación histórica entre el centro fundacional de la ciudad y lo que fue, por décadas, la ultra estación. Una oportunidad para mirar el río como un espacio de encuentro, no como un límite.
Dotar a ese espacio de una conexión peatonal segura, amable y permanente no solo facilitaría el acceso, sino que reforzaría el carácter cultural y ciudadano del borde río. Más que una obra de infraestructura, este puente sería una declaración de principios: que el espacio público importa, que el río es parte de nuestra identidad, y que Concepción puede —y debe— reconciliarse con su geografía.