Fotografía de Manuel Morales, miembro del equipo de comunicaciones Farcodi UBB

El  Dr. Rodrigo García Alvarado, académico  y actual director del departamento  de Diseño y Teoría de la Arquitectura de nuestra facultad, efectúa un análisis sobre  los efectos que puede tener la pandemia del Covid- 19 en las urbes, en especial sus consecuencias en el diario vivir de la población. Un análisis desde la perspectiva arquitectónica ante la actual pandemia en que estamos inmersos.

La emergencia sanitaria, que enfrentamos actualmente en casi todo el mundo, está afectando también la arquitectura y la ciudad en varios aspectos, y algunos, probablemente permanentes. No sólo por la duración y gravedad de la pandemia, sino por su combinación con tendencias sociales que estaban emergiendo en todo el mundo, como en Chile, con el estallido social y otros profundos dilemas culturales. Ciertamente las precauciones sanitarias y la atención médica son prioritarias en ésta emergencia, pero también otras medidas y actitudes expresan relevantes cambios en los edificios y las áreas urbanas. La sanitización y cuarentenas obligatorias, que restringen las actividades y traspasan gran parte de las relaciones sociales a la mediación digital, se suman a una creciente identidad individual y colectiva, que está renovando el habitar doméstico y ciudadano. Aunque también perviven tensiones conservadoras e inercias institucionales, así como una eventual recesión económica y agudas inequidades.

En la pandemia se han vuelto críticas las capacidades hospitalarias y algunas infraestructuras esenciales, pero también se ha sobrecargado otro lugar que parece ser el mejor mecanismo de prevención de contagios; nuestra casa. La vivienda se ha convertido para mucho/as (aunque no para todo/as), además de la residencia habitual, en un espacio de trabajo, educación, entretenimiento y salubridad. Se ha multiplicado la ocupación de nuestras casas y departamentos para asegurar el aislamiento, con algunos adultos realizando tele-trabajo, los niños y jóvenes en clases a distancia, los ancianos recluídos, algunos enfermos, y entre todo/as, cocinando y pasando más tiempo juntos. Con los riesgos y dificultades que también eso conlleva. Adaptando las habitaciones, intentando hacer turnos, combinando con la limpieza y atención de familiares, realizar algún ejercicio físico, o al menos cambiar de recinto para despejarse y aislarse de los demás. La convivencia doméstica ha sido puesta a prueba, y las rutinas se han intensificado y perturbado, eliminando gran parte de la socialización con otro/as. Mientras alguno/as salen sólo para algunas compras o urgencias, otro/as deben continuar con sus trabajos, y agregarle ritos de distanciamiento y limpieza que agobian. Este incremento de la ocupación doméstica ha obligado a varios cambios y descubrimientos hogareños que probablemente persistan.

La demanda futura de las viviendas deberá considerar más variedad de ocupación, quizás con más recintos y tamaños mayores, pero también calidad y flexibilidad. Ahora somos más conscientes de un mejor asoleamiento, separaciones internas, mobiliarios adaptables, conectividad digital, vistas exteriores, una cocina amplia y calefacción adecuada. Posiblemente tampoco se requieran ubicaciones tan céntricas, porque estaremos más acostumbrados a quedarse en casa y no perder tanto tiempo en transporte.

Los restaurantes, edificios públicos, gimnasios, centros comerciales, escuelas y oficinas, ahora desocupadas, probablemente volverán a utilizarse; pero con medidas sanitarias, menos personas o turnos de ocupación. Lo que conlleva un menor requerimiento de estos establecimientos; que deberán ser mas amplios, mas distanciados y por ende, más caros y escasos, o poco asiduos. Los ingresos mas cubiertos y controlados, y los salones colectivos plagados de separaciones. Se reacomodarán las tipologías constructivas y la estructura de las ciudades, como las calles y áreas verdes con mas espacio peatonal y menos circulación vehicular, o al menos con un uso más ocasional.

La intensidad doméstica tiene también una connotación vecinal, en el pequeño comercio local, los recintos comunitarios y redes de información. El fortalecimiento territorial produce una distancia con las grandes instituciones, corporaciones y actividades globales, que proliferan y aumentan en la interacción digital, pero cada vez más lejanas. Así los monumentos arquitectónicos que glorifican a las grandes entidades van diluyendo su sentido urbano, y las infraestructuras se focalizan en la conectividad y transporte de bienes.

La experiencia espacial, que sustenta el bienestar arquitectónico, se redescubre en la vivencia doméstica y vecinal. Con lugares más singulares y cómodos, mas integrados a la naturaleza y la comunidad. Buscando la belleza de los rincones y las relaciones, en vez de las construcciones grandilocuentes y atestadas. Esperamos vaya entonces hacia una arquitectura más cercana y plácida.


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