El arquitecto Dr. Aaron Napadensky, director del Laboratorio de Estudios Urbanos de nuestra facultad, presenta en su columna su perspectiva e implicancias sobre la reciente Ley de Migraciones, promulgada el 11 de abril del presente año. Columna publicada en diario El Sur el lunes 26 de marzo.

En medio del COVID, y la mala publicidad que los medios han dado a los migrantes en el último tiempo, el gobierno del presidente Piñera promulgó hace poco la Ley de Migraciones, una de las más restrictivas del último tiempo, que significará una expulsión masiva de migrantes y el levantamiento de un muro que sin ser visible como el de Trump, tiene el mismo propósito. Pero esta ley también es una evidencia y un ataque. Evidencia, porque expone uno de los más notables manejos discursivos y modelación global de la opinión pública. Y ataque, porque golpea a la ciudad y su más profunda esencia. 

Llamativa es la adhesión que esta ley genera, es más, no parece coincidencia su promulgación en un momento de baja popularidad del gobierno. Pero más allá de ello, reflexionemos un poco sobre lo escondidamente contradictorio que es en el actual escenario global, restringir la movilidad de las personas. La cuestión es que, aunque no nos demos cuenta del todo, nuestras definiciones sobre lo posible y lo imposible, lo deseado y lo indeseado, lo legitimo y lo ilegitimo, lo razonable y lo cuestionable, es en gran medida producto de los múltiples y constantes discursos que, de forma explícita e implícita, las clases dominantes van produciendo y reproduciendo como parte de sus estrategias de perpetuación. Preguntémonos lo siguiente, porque no encontramos al menos contradictorio que en la era de la globalización, los capitales, el dinero, puedan fluir libremente por el orbe, sin fronteras ni aduanas, de país a país, de continente a continente, pero las personas no, al menos no las personas para las que fue hecha esta ley migratoria, porque hay que decir que para otro grupo de personas, pertenecientes a las elites economicas e intelectuales, las restricciones de tipo espacial se erosionaron rápidamente, casi tan rapido como otros eran condenandos al inmovilismo y a vivir en mundos limitados espacial y cognitivamente, por el solo hecho de no pertenecer a ninguna elite.

El segundo punto nos lleva 400 años antes de Cristo, momento en que Platón escribió su libro La Republica, y con él una de las primeras, y a mi juicio, más sintéticas y bellas definiciones de ciudad, dando cuenta que la ciudad es, en tanto constituida por personas distintas y diversas. Por esto que urbanizar no necesariamente es construir ciudad, incluso, puede llegar a ser lo contrario si está atenta contra la promoción de la diversidad y aceptación del otro. Así, La reciente Ley Migratoria, es la primacía de las visiones pesimistas respecto de la migración, desconociendo el aporte de largo plazo que significa inyectar diversidad a nuestras ciudades, construyendo un muro a expensas de su deconstrucción, ratificando una contradicción vital de nuestra época donde el dinero parece poseer más derechos que muchos de nosotros.

Entonces, más que levantar muros y temer a la globalización, deberiamos redoblar nuestros esfuerzos por planificar una urbanización que construya ciudad, en este bello sentido de promover diversidad, apostando por un desarrollo selectivo, táctico y estratégico, cuyo objetivo sea lograr que los grupos rezagados, independiente de su procedencia, ingresen a la sociedad urbana contemporánea.


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