El arquitecto Dr. Aaron Napadensky, director del Laboratorio de Estudios Urbanos y académico del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de nuestra facultad, presenta su columna titulada: El proyecto constitucional como plan maestro ¿Aprueba?. Publicada en edición del Diario Concepción el lunes 6 de noviembre. 

El Plan Maestro es un instrumento indicativo-estratégico, que delimita y planifica el desarrollo de un área para fines específicos, definiendo procesos, etapas, oportunidades y restricciones de dichas áreas. Dispositivos flexibles que articulan diversos intereses alrededor de acordados objetivos estratégicos, aglutinados en torno a una imagen objetivo. La que suele ser una frase o concepto que de manera sintética trasmite la idea del conjunto que se quiere lograr, permitiendo a los gestores comunicar el encuadre sobre el cual se despliega una serie de anteproyectos, visibilizando la coherencia y sinergias del conjunto.

Por ejemplo, un plan maestro residencial puede tener una imagen objetivo del tipo  “Barrio Parque”, idea que a todos nos interpela cierta emocionalidad, al juntar barrio, como ese lugar vital que intermedia entre lo anónimo y público de la ciudad y lo doméstico y privado de la vivienda; y parque, como ese espacio natural destinado a la recreación y deporte. Así, al nombrar la imagen objetivo, todos se harán una idea, que, con matices, les remitirá a un espacio familiar y cercano, que asociado a lo natural, nos aleja del bullicio y estrés de la ciudad. Y claro, el diseño de los espacios públicos, los lotes, las viviendas, el equipamiento e infraestructura, estarán diseñadas para ello.

Dicho lo anterior, y haciendo el paralelo con este último proceso constitucional, surge la duda si éste tuvo un plan maestro y posee una imagen objetivo que permita trasmitir a todos nosotros, con fuerza y claridad, como cada una de las modificaciones y nuevos apartados de este proyecto constitucional, más allá de ser una sumatoria de iniciativas aisladas, son parte de un reflexivo devenir guiado y estructurado por una, dos o tres ideas esenciales que, junto con recoger “el espíritu de su tiempo”, proyectan una constitución de nueva generación, parida en un tiempo de cambio y transformación. Porque de esta capacidad de comunicar la coherencia del articulado, debiese depender el éxito o fracaso de este proceso.

Qué esperaba de este proyecto en tanto salida política al octubrismo. La superación de una narrativa político-cultural que pregona un individualismo competitivo, a mi parecer es insostenible, y hasta cierto punto falso, porque mientras nos inculca la individual competencia por bienes escasos, invisibiliza que nada podemos hacer solos, que siempre necesitamos a los otros; no podemos emprender solos, no podemos innovar solos, no podemos desarrollarnos solos.