El arquitecto Dr. Aaron Napadensky, director del Laboratorio de Estudios Urbanos y académico del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de nuestra facultad, presenta su columna titulada: Verde que te quiero verde. Publicada en Diario Concepción el 28 de febrero. 

El bienestar mental se ha descrito como una condición en que los individuos están desarrollando su potencial y disfrutando su vida, implicando un funcionamiento individual y socialmente positivo. Desde la perspectiva hedónica, son los sentimientos subjetivos de felicidad y satisfacción que lo definen, mientras que desde la perspectiva eudaimónica, es el funcionamiento y realización psicológica. La Organización Mundial de la Salud, la describe como “un estado de bienestar en el que cada individuo se da cuenta de su propio potencial y puede hacer frente a las tensiones normales de la vida, trabajando de manera productiva y fructífera, y es capaz de hacer una contribución a su comunidad”.

Aunque cualquier interacción entre las características del vecindario y el bienestar mental, no son significativas frente a predisposiciones individuales y condiciones del hogar, al revisar la literatura especializada, no parecen quedar dudas del potencial papel que jugarían los entornos barriales sobre el bienestar mental de las personas, especialmente en trastornos como el estrés, ansiedad y depresión. Ya a principios de los 90`, teorías, como la recuperación del estrés (SRT) y de la restauración de la atención (ART), reportaban que el contacto con la naturaleza podía reducir las respuestas fisiológicas al estrés y la fatiga atencional, aportando al bienestar mental, esto a partir de la belleza escénica y cualidades simbólicas del verde, en tanto potenciales evocadores de efectos positivos y bloqueadores de pensamientos y sentimientos negativos. Estudios posteriores han ido más allá, identificando que barrios con espacios verdes pueden reducir el riesgo de enfermedades mentales, ejerciendo una influencia benéfica en el bienestar mental, confirmando la asociación entre áreas verdes y su potencial efecto restaurador sobre los recursos adaptativos de las personas. Así, durante 30 años se acumuló importante evidencia sobre la positiva relación entre exposición a espacios verdes y bienestar mental, disminuyendo los sentimientos de estrés, ansiedad, angustia psicológica y depresión, lo que incluso alcanzaría al arbolado urbano, calles con vegetación ayudan a la recuperación del estrés y fatiga mental.

Lo anterior, y en buena hora, ha detonado una atención sostenida al desarrollo de intervenciones urbanas para aumentar la cantidad, calidad, accesibilidad y proximidad de las áreas verdes, particularmente en sectores desfavorecidos, haciendo de esto, una de las estrategias más populares en los estatales procesos de planificación, intervención y regeneraciones urbanas en barrios degradados. Sin embargo, es imperativo que el diseño de las áreas verdes incorpore principios de seguridad, sostenibilidad, adaptabilidad al cambio climático y bajo mantenimiento, de lo contrario, y como nos toca ver más de lo que quisiéramos, muchas de estas áreas verdes terminan siendo café y transformándose en foco de conflicto e inseguridad, no solo neutralizando sus potenciales beneficios sobre el bienestar mental, sino incluso siendo factor de su deterioro.