Instagram, la red social conocida por su énfasis en lo visual, tanto en imágenes fijas como imágenes en movimiento, ha ido migrando de un espacio de hedonismo personal a un lugar que actúa como plataforma distribuidora de noticias, sobre todo entre las audiencias más jóvenes. A diario, millones de adolescentes y jóvenes adultos reciben una dosis de actualidad no solo a través de medios tradicionales, sino incidentalmente, mientras navegan entre fotos y videos de amigos y celebridades y medios. Este fenómeno, conocido como “noticias incidentales”, transforma significativamente la manera en que los jóvenes se informan, un cambio que no está exento de consecuencias.
Instagram ofrece un flujo constante de información que captura la atención mediante formatos altamente visuales y breves. Sin embargo, esta facilidad de consumo viene con una trampa: una simplificación excesiva. Los jóvenes, habituados a esta dinámica, pueden desarrollar una comprensión fragmentada y superficial de los eventos de alta relevancia, corriendo el riesgo de perder la capacidad selectiva de noticias ya que, el albedrío ya no está en el interés de lo que busco, sino, de lo que encuentro. Es entonces cuando el peligro reside en la formación de una opinión pública poco informada, susceptible a la desinformación y expuesta vulnerablemente al algoritmo de la aplicación. La divulgadora científica más importante de habla hispana en temas de salud mental, la psiquiatra española Marian Rojas Estapé, en su último libro titulado “Recupera tu mente, reconquista tu vida” profundiza ampliamente en las complejas repercusiones que la tecnología tiene sobre nuestra salud mental. Según Rojas Estapé, la exposición continua a flujos de información puede generar ansiedad y disminuir nuestra capacidad de concentración y reflexión profunda. En el contexto de Instagram, esto significa que el bombardeo de noticias puede contribuir no solo a un entendimiento limitado de los hechos, sino también a un estado constante de tensión cognitiva y emocional entre los jóvenes. Ya hace un par de semanas había hablado de la observación y lo bueno que esto es para nuestra capacidad reflexiva y a su vez lo mal que dialoga la inmediatez con la reflexividad. Justamente hoy en día, en esta suerte de cultura y simulacro, – como habría señalado Jean Baudrillard-, ya no estamos mediados por clics, porque ese botón físico propio de la telefonía de hace dos décadas ha sido reemplazado por una pantalla que recrea el sonido de aquel clic como una suerte de estímulo, de reflejo condicionado como habría señalado Pávlov, pero el clic, aquel botón que culmina una acción y que genera el premio, puede estar en cualquier espacio de la pantalla, dando libertad absoluta y ampliando las posibilidades a las aplicaciones. Todo en la pantalla es un simulacro infinito. Nada existe más que aquella pantalla, pero la contradicción está que a su vez en la pantalla todo remeda. La misma cámara fotográfica del teléfono, trata de imitar a un diseño clásico de cámara buscando con esta decisión de diseño, que cuando alguien fotografía no lo hace desde un teléfono, sino desde una moderna cámara fotográfica digital. Pareciera que todo se resuelve con un “clic”, si tenemos hambre, o queremos conocer a alguien, leer un periódico, y un etcétera casi infinito., todo al alcance de la mano siendo el premio la anhelada “gratificación instantánea”. Siempre se decía que la base del éxito y la felicidad estaba en trabajar duro, reflexionar a diario y hacer eternos los momentos en familia, todo esto va a contrapelo de la gratificación instantánea por lo que, según la autora, la exposición constante a noticias a través de Instagram, puede tener implicaciones serias para la salud mental de los jóvenes. La sobrecarga informativa y el estrés asociado con el miedo a perderse algo (“Fear of Missing Out“, FOMO) pueden aumentar los niveles de ansiedad y afectar la capacidad de concentración. Desde una perspectiva educativa, es esencial fomentar habilidades críticas de pensamiento y enseñar a los jóvenes a gestionar su consumo de información digital de manera saludable.
La solución entonces, propuesta el año 2006 por el diseñador Aza Raskin, fue desplazarse ininterrumpidamente hacia abajo con el propósito de mejorar la experiencia del usuario al evitar la necesidad de hacer clic en “siguiente página” y permitir un flujo ininterrumpido de contenido. Sin embargo, el scroll infinito también presenta inconvenientes, como conducir a una sobrecarga de información y a una experiencia de usuario potencialmente abrumadora. La constante exposición a nuevos estímulos puede disminuir la calidad de la interacción del usuario con el contenido, llevando a un comportamiento de “desplazamiento zombi”, donde los usuarios continúan desplazándose más por inercia que por interés real en el contenido presentado. Esto a su vez perjudica las relaciones humanas sobre todo en lo que refiere a la comunicación interpersonal, un estudio de la UNESCO del año 2016 señala que los jóvenes chilenos utilizaban un promedio de 400 palabras en su cotidianidad, por debajo del promedio latinoamericano, se estima, según el lingüista Juan Pablo Reyes que a esta condicionante se le haya sumado una fragmentación de grupos diversos, que juntos en un mismo territorio tratan de imponer sus códigos, como una suerte de “Torre de Babel”. ¿Cuánta influencia tienen las redes sociales y su mejor producto, las “publicaciones incidentales” en el comportamiento de una generación? Es una temática que estamos estudiando hoy, pero que nos permitirá comprender de qué manera se establecen la toma de decisiones conductuales y de consumo dentro de una sociedad heterogénea y acelerada como la nuestra.