Los paisajes culturales sin lugar a duda señalan nuestra pertenencia hacia lo simbólico. No es extraño qué, las ciudades o lugares típicos de nuestro país utilicen referentes arquitectónicos, paisajísticos o artísticos para señalar e ilustrar lo que es una ciudad.
El turismo se vale de ello, y esto es desde el minuto en que la posibilidad tecnológica pudo insertar fotografías todo color dentro de diversos soportes como agendas, calendarios, gigantografías y los actuales medios de comunicación digitales. La imagen tiene sin duda un poder innegable, ésta ha sido bautizada en la actualidad como el sexto poder, así lo señala al menos Daniella Moreno en su texto “El sexto poder, imágenes y emociones”. Entonces, ¿Es la imagen, un recurso que está por sobre el texto?, sin duda que no, la imagen viene a complementar lo escrito en base a una referencia pre conocida la que guarda relación con ejes culturales que apelan principalmente a la memoria y lo vivido. Las ciudades son productoras de imágenes, en esto no hay novedad. No obstante, la diferencia entre estos imaginarios es cada vez más indivisible. Un ejercicio rápido sería recordar a Chillán de principios del siglo XXI, y compararlo rápidamente con el actual donde veremos los cambios que innegablemente se relacionan con un aspecto económico, como bien lo definió José Mansilla y su referencia al asalto hacia los suelos. ¿Es posible entonces sostener que estamos habitando, visualmente una sociedad privatizada?, para respondernos debemos nuevamente observar dónde se desarrolla la vida social hoy. Ya no se habita en las plazas o espacios públicos, al contrario. Se espera reemplazar lo espontáneo de la vida al aire libre por la seguridad y complacencia de los sentires humanos dentro de un espacio cautelado de las diferencias climáticas, y los variopintos servicios que nos ofrece un centro comercial. El antropólogo francés Marc Augé, en su texto “Los no lugares”, entregó una definición de lo que sería la imagen pontificada de espacios que no pretenden hacer diferenciación, un aeropuerto en Copiapó o en Concepción son prácticamente idénticos, su señalética, el ambiente, los locales comerciales tienen símbolos que buscan su reconocimiento más allá del idioma, e incluso no hay diferencia con uno europeo. Otro punto de significación es que no se hace necesario tener intercambios lingüísticos como en los habituales espacios tradicionales de comercialización. En este último espacio de “no lugar” caben además los centros comerciales y también están entrando fuertemente las tradicionales ferias artesanales, ya no se ven diferencias entre una feria artesanal del norte y una del sur de Chile.
Desde la sociosemiótica, un área del saber que se preocupa de la discursividad social, es decir, donde se idean, crean y también se destruyen las subjetividades sociales, es una buena manera de saber “cómo vemos y percibimos la sociedad”, Por ello, si queremos conocer la imagen de una ciudad, no basta consultar las fotografías, sino, debemos acercarnos a la gente, a sus habitantes, quienes generan lo que entendemos como imagen mental o paisaje cultural.