El Dr. Alexis Pérez Fargallo, académico del Departamento Ciencias de la Construcción, investigador del  Grupo de Investigación en Confort Ambiental y Pobreza Energética (+CO-PE) y director del Magíster en Hábitat Sustentable y Eficiencia Energética de la Facultad de Arquitectura, Construcción y Diseño (Farcodi UBB), nos presenta en su columna una aproximación del concepto de Pobreza Energética. Una materia trascendental para la generación de políticas públicas en desarrollo energético. Columna publicada en diario El Sur, el domingo 25 de julio.

La historia del “progreso humano” y el desarrollo se han vinculado, en muchos casos, con la disponibilidad y el consumo de energía de forma cada vez más intensiva y en mayores cantidades. En consecuencia, la energía para los ciudadanos, los hogares, los gobiernos, las ONG, etc., se ha convertido en una preocupación. El consumo de energía se ha posicionado como una necesidad o un derecho esencial que debe ser cubierto; revelándose que la energía y el bienestar están interconectados. En la actualidad, existe una separación significativa entre los enfoques para medir la relación entre la energía y el bienestar en diferentes partes del mundo, sin embargo, todas se encuentran vinculadas con el concepto de Pobreza Energética. 

La Pobreza Energética, también reconocida a través de términos como “pobreza de combustible” y “vulnerabilidad energética”, ocurre cuando los hogares no son capaces de mantener unas temperaturas mínimas de confort, disponer de servicios energéticos o hacer frente a su costo. Su origen se asocia, principalmente, con altos precios de la energía, bajos ingresos familiares, edificios con un mal desempeño térmico y electrodomésticos ineficientes. Este fenómeno ha atraído la atención de la comunidad científica y la sociedad en las últimas décadas, debido a sus implicaciones políticas y sociales. 

En Chile, la Red de Pobreza Energética (RedPE) ha declarado que es energéticamente pobre todo hogar que no tenga acceso equitativo a servicios energéticos de alta calidad (adecuados, confiables, seguros y libres de contaminación intradomiciliaria) para cubrir sus necesidades energéticas fundamentales y básicas, las cuales permitan sostener el desarrollo humano y económico de sus miembros.  

Identificar la Pobreza Energética es un desafío complejo por su variabilidad social, ambiental y, estacional, puesto que, una familia puede ser pobre energéticamente en invierno y no serlo durante el verano. Sin embargo, la mayor dificultad radica en la sensibilidad de las personas, de las familias, a ser identificados como “pobres”, por ello, suele ser una realidad “tabú” difícil de cuantificar, debido a su asociación con el término pobreza. 

En la actualidad existen varias definiciones e indicadores; sin embargo, no se ha establecido un estándar oficial que evalúe la Pobreza Energética y, por lo tanto, en ciertos países, este tipo de “pobreza” aún no se ha reconocido como un problema social. 

En los últimos años se han dado avances para definir el concepto de Pobreza Energética y adecuarlo a la realidad chilena, sin embargo, las acciones para generar instrumentos para medir y abordar el fenómeno de modo integral han sido limitadas y, al igual que en otros países, se han centrado en la cuantificación y no en la erradicación del “tabú”. 

Si todos y todas fuésemos capaces de “gritar” que pasamos frío o calor al interior de nuestros hogares, que nos abrigamos en exceso; que nos asustan las boletas por el cobro de energía, porque en muchos casos no tenemos recursos económicos suficientes para mantener nuestros hogares a una temperatura confortable, cocinar, lavar la loza, calentar agua…; la Pobreza Energética dejaría de ser “tabú” y, medirla e identificarla sería mucho menos complejo. Así y solo así, evidenciaríamos públicamente un problema con el cual viven muchos hogares y lo visibilizaríamos para fomentar la generación de políticas públicas. 


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