La Dra. Ana Zazo Moratalla  docente del Departamento de Planificación y Diseño Urbano de nuestra facultad, nos presenta la siguiente columna titulada : ¿Cómo se alimentan nuestras ciudades?. Publicada en Diario Concepción el miércoles 19 de octubre. 

¿Nos hemos cuestionado en alguna ocasión cómo y desde dónde llegan los alimentos a nuestras ciudades para poder alimentar varias veces al día a toda la población que las habita? ¿O nos hemos detenido a pensar en el papel que tenemos como consumidores a la hora de elegir un tipo abastecimiento y no otro?

Cada forma de acceso a alimentos en la ciudad es el final de una cadena que puede funcionar de forma muy diferente en función a cómo se relacione tanto con el territorio de origen de los alimentos como con las personas que los producen y los trasladan hasta el punto de consumo.

Algunas formas de acceso nos proveen de alimentos que han recorrido miles de kilómetros antes de llegar a nuestro plato. Éstos utilizan diversos medios de transporte como el barco o camión, nos proporcionan alimentos exóticos y nos permite comer tomates todo el año rompiendo la barrera de la estacionalidad. Otros canales, sin embargo, nos acercan alimentos del ámbito regional, permitiendo comer hortalizas recién cortadas y de variedades locales. Los primeros generan un importante impacto en el medio ambiente ya que sólo su traslado implica una alta emisión de carbono, mientras que los segundos pueden trasladarse en el día de su corte y, además, pueden ser semillas de identidad local que han conseguido preservarse y adaptarse al territorio a lo largo de generaciones.

Por otra parte, algunas cadenas alimentarias están vinculadas con modos de producción que conllevan un alto impacto en el territorio. Muchas de las zonas orientadas a la producción en Chile para abastecer a las ciudades no están sometidas a legislación ambiental, por lo que no hay un control del uso de pesticidas o de la extracción de agua para el riego del palto, por ejemplo. Esto implica que la ciudad tiene una gran huella ecológica que es desconocida por las personas que en ella habitan y comen varias veces todos los días, y que se localiza en los espacios de alta producción.

Finalmente, algunos de los modos de acceso están conectados con cadenas alimentarias que no entienden lo que implica el término de justicia. No sólo explotan el medio ambiente si no a las personas que viven de producir y trasladar los alimentos del origen al punto de consumo. En la actualidad muchos de los canales están controlados por las empresas logísticas, habiendo alejado a los productores de la posibilidad de ejercer una soberanía en el tipo de cultivo que quieren plantar o el salario que quieren percibir.

Es por todo ello que debemos tomar conciencia como consumidores urbanos del impacto que nuestra elección de una cadena alimentaria u otra tiene, del valor de la asociatividad como consumidores y del acto político que implica una elección u otra. Y, puesto que la trazabilidad de la cadena es en muchos casos bastante opaca, es nuestra labor la de informarnos para poder optar por formas de acceso a alimentos que se vinculen con canales locales, sostenibles y justos.

 


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