Por Soledad Reyes Pérez Académica del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad del Bío-Bío.
En lo personal participo de esta marcha desde hace más de una década y recuerdo las primeras… y no superamos un par de docenas de mujeres. Sin embargo, además del número de mujeres en las calles y avenidas, en esta marcha, había algo distinto, y esto era la diversidad de expresiones para denunciar una violencia histórica, experimentada también por nuestras ancestras, así como la fuerza expresiva de estos mensajes. En este sentido, las imágenes capturan la complejidad del problema en sus distintos aspectos.
Es así como vemos elementos del patriarcado, entendido este como un sistema de prácticas simbólicas y materiales que define jerarquías y prácticas, que organiza lo social en aquello que es “normal” y lo “anormal” y da fuerza y alcance a las voces que permiten producir y reproducir este sistema, silenciando otras. Dentro de este sistema, el cuerpo de las mujeres ha sido objeto de un control estricto con la participación de disciplinas como la educación, la medicina, el derecho entre otras, regulando el movimiento del cuerpo, el vestuario y por supuesto su sexualidad. En este sentido, los actos de habla denunciando la violencia y los cuerpos desnudos de las mujeres son un acto de rebelión e insubordinación frente a la violencia patriarcal.
Por otra parte, resulta imprescindible considerar para una mejor comprensión de la violencia de género, es que al interseccionar el género con otros ejes de desigualdad como raza/etnia, edad, identidades sexuales, situación de discapacidad, entre otros, es posible visibilizar experiencias marginalizadas y excluidas de las definiciones hegemónicas sobre la violencia de género. En este sentido, no existe la mujer como un todo homogéneo, lo que ocurre es que dentro de esta categoría encontramos mujeres diversas, cuyas experiencias de violencia y desigualdad tienen expresiones diversas, como por ejemplo las violencias que experimentan las mujeres mapuches.
En este sentido, el feminismo o más bien los feminismos, han sido uno de los pilares estructurales para visibilizar, denunciar y mejorar muchas de las situaciones de violencia, desigualdad y exclusión que han sufrido las mujeres. Sin las herramientas que el feminismo ha venido proporcionando al estudio y comprensión contra la violencia, probablemente la situación actual tendría un panorama más gris.
Por último, señalar que el encuentro de tantas mujeres ese lunes 9 de marzo, como consecuencia de reconocerse como sujetas con dignidad y derechos, esa marea de mujeres en ese encuentro, al igual que el fuego presente en fogatas y flamas con su fuerza arrasadora, permitirá el surgimiento de nuevas formas de comprendernos y situarnos en el mundo, en donde las mujeres podamos vivir libres de violencia.